Un maldito infierno y otras crónicas, narra historias peruanas, revelando tragedias, injusticias y una realidad desalentadora, es así que el periodista Oscar Paz Campuzano, reúne cinco relatos que le tomaron años de investigación y trabajo. A continuación, Paz nos comparte el proceso detrás de su obra.
¿Qué temas centrales abordan estas crónicas y por qué los consideras importantes?
El libro presenta cinco crónicas unidas por un tema en particular: las tragedias cotidianas que revelan el lado más oscuro del Perú. Desde un pequeño accidente y un presunto escuadrón policial de la muerte, hasta el olvido sistemático de un héroe y el descubrimiento de una momia, todas estas historias destapan el aspecto más enfermo y putrefacto del país, estas violaciones sistemáticas de la norma nos muestran la tragedia general del país, que en realidad viene siendo anunciada hace mucho tiempo. Aunque no puedo resumir toda la desdicha del país en cinco relatos, esta es mi mirada breve que intenta ofrecer una observación crítica.
¿Es una protesta?
Totalmente, pienso que la crónica es un acto rebelde, incluso para contar cosas bellas hay que estar disconforme con algo. El periodismo, y en particular la crónica, es esencialmente rebeldía, y este libro es el gesto de rebeldía que yo tengo.
En base a esto, ¿considera que un periodista que se conforma es un malo en su trabajo?
Sí, corre el riesgo de ser un mal periodista, si no está inconforme con lo que pasa en el mundo, en su país y en su comunidad, difícilmente será un trascendente, podría ser un periodismo banal, con crónicas bonitas, pero sin impacto social y considero que las crónicas deben mostrar aquello que la gente necesita escuchar.
¿Qué lo llevó a seleccionar esas cinco historias para su libro?
Estas son las que pude redactar, me hubiese gustado incluir muchas más; tengo historias que puedo investigar y desarrollar en un futuro, y otras que ya he reporteado pero que aún no escribí porque pienso que necesito mayor investigación. Estos son los relatos en los que más pude profundizar y consideré que ya estaban listos para plasmar en un libro. Los periodistas y escritores, en general, suelen estar inconformes con su trabajo, pero yo sentí que había llegado a un punto en el que ya estaba conforme.
Cuéntenos sobre el proceso de investigación para estas crónicas
Fue un proceso largo, la primera crónica que escribí fue en 2010 y me tomó varios años completarlo, ya que después de 14 años recién logré publicar el libro. Aunque debo confesar que no fue un trabajo constante debido a compromisos con estudios, trabajo y asuntos familiares; sin embargo, siempre supe que en algún momento el libro estaría listo. Finalmente, decidí publicarlo.
¿Qué desafíos enfrentó durante el proceso de investigación y escritura de sus crónicas?
Todas las historias me tomaron mucho tiempo, entre uno o dos años de investigación, además del proceso de escribirlas y reescribirlas. Leila Guerriero una vez contó en un taller al que asistí que una historia la llegó a escribir hasta trece veces, por lo tanto, es comprensible que llevara tanto tiempo si se busca esa perfección. En mi caso, después de tener un primer borrador, busqué nuevas entrevistas y nuevos ángulos.
Cada crónica presentó sus propios desafíos; en algunos casos significó realizar viajes, visitar hogares de personas, compartir comidas con ellas, acompañarlas a todos lados e incluso tener que visitar la cárcel o internarme en distritos que en su momento eran muy peligrosos. A veces, el periodismo y la labor del cronista requiere estar presente en el lugar correcto, en el momento indicado, con el personaje adecuado y capturar la atmósfera, lo que implica riesgo, tiempo y paciencia.
¿Y qué sintió al entrar a la cárcel?
Dentro de mis crónicas, si bien no soy el protagonista, estoy presente como un narrador testigo, y menciono esto. Al ingresar, fue toda una experiencia; creí que, como en las películas, me traerían al detenido a una sala para conversar con él; sin embargo, ingresé y no sabía a dónde ir, solo conocía su nombre. Empecé a preguntar y llegué a su pabellón, y de pronto me vi entre rejas. Miré dentro de las celdas y era un espacio infrahumano.
¿Cuál de estas historias cree que puede impactar más a sus lectores?
Hasta el momento, varias personas me han dicho que la mejor crónica es «Último paradero». Otros han destacado «Los cuatro muertos de Río Seco», que relata el presunto escuadrón de la muerte liderado por el exalcalde de Trujillo y coronel Elidio Espinoza Quispe, quien finalmente fue sentenciado, además de ofrecer una mirada sociológica sobre el distrito que en su momento fue el más peligroso del país. También hubo quienes mencionaron que la primera crónica del libro, «Un Maldito Infierno», fue la que más les gustó. Esta historia se centra en la deflagración en Villa El Salvador en 2020, donde varias personas, incluyendo a un niño que intentaba salvar a su abuela y a su perrito, perdieron la vida. Esta crónica expone la violación sistemática de normas existente en el país, como permitir que camiones transiten por lugares prohibidos y otras deficiencias estructurales que contribuyeron a esta tragedia.
¿Cómo maneja usted, como periodista, el impacto emocional de estar tan cerca de tragedias profundas y personales en su trabajo?
No estoy traumado, considero que quienes quedan con secuelas son las personas que viven los hechos en carne propia; yo solo soy un observador que se aproxima a las tragedias e intenta sentirlas, he llegado a llorar con mis entrevistados, emocionándome tanto que a veces no podía hablar. Me conmoví, pero no alcancé el punto del trauma. Aquellos que realmente lo viven son quienes quedan marcados, mientras que yo solo cuento sus historias. Después de conversar con estas personas, vuelvo a mi cama y puedo vivir tranquilo; sin embargo, ellos no. Mi objetivo es comprenderlos y transmitir su sentir a través de las palabras.
Hace falta eso en el periodismo, no todos se atreven a contar historias ocultas…
Sí, eso es investigación; es revelar cosas que están ocultas y el periodista además de contar estas historias, debe sentirlas. Lamentablemente, esto se ha perdido debido a las exigencias diarias que nos desconectan de la empatía y la sensibilidad hacia las tragedias. Este desapego y falta de empatía pueden llevar a un periodismo superficial y sin significado, ante esto, la crónica se destaca como el espacio ideal para revelar esa sensibilidad humana y mostrar lo que verdaderamente sucede en el mundo. Podemos informar sobre eventos de manera superficial, pero eso no constituye una verdadera revelación y el periodismo no debe perder su humanidad en el proceso de contar historias.
Finalmente, ¿por qué deberíamos leer su libro?
La crónica es un subgénero interesante y significativo, tanto desde el punto de vista del periodismo como desde el ámbito de la literatura. Nos abre las puertas a un mundo maravilloso y real. Al afirmar que esto es una crónica, indicamos que se trata de historias reales que, aunque parezcan difíciles de creer, sucedieron. En este sentido, mi libro ofrece al lector la oportunidad de maravillarse con mi intento de contar la realidad de Perú a través de cinco relatos.
Además, busco abordar los temas de manera significativa desde el periodismo y la literatura, siempre buscando la emoción, que es lo que defiendo en mi prólogo. La crónica es emoción, y eso es lo que la hace verdaderamente significativa.
PERFIL.-
Su primera situación adversa fue en el nacimiento. En 1987, la madre de Paz Campuzano, se dirigió de emergencia a una clínica luego de que le negaran la atención en un hospital de monjas, varias horas después en las que el bebé moribundo aún permanecía en el vientre, finalmente, nació. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad César Vallejo, y es magíster en Lengua y Literatura, título que obtuvo en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Trabajó en diversos medios, tales como El Comercio, Perú 21, Agencia Andina y El Peruano. Actualmente es fundador y codirector del medio de investigación periodístico “Sobre el Rastro”.