Junio se fue, la radio no: un siglo de compañía en el Perú
2 Jul, 2025

Por: Katherin Huamán

Dicen que la radio se inventó tres veces: primero con Hertz y sus ondas fantasmas, luego con Tesla y su genio sin patente, y finalmente con Marconi, que supo registrar lo que otros imaginaron. Así empezó la historia de un aparato que llegaría al Perú para volverse confesionario, megáfono y compañía de madrugada.

Hoy, mientras junio se despide, el país cierra un mes que celebra cien años de esa voz que, a pesar de todo, se niega a apagarse.

De la Lima de Leguía a la primera señal

En 1921, el gobierno de Augusto B. Leguía entregó la llave de las ondas a la Marconi’s Wireless Telegraph Company, un negocio que prometía modernidad a cambio de 25 años de exclusividad para los ingleses. Mientras tanto, en los cerros de Lima, los primeros radioaficionados, con piezas recicladas, jugaban a capturar voces del aire.

En 1924 nació la Peruvian Broadcasting Company y, un año después, el 20 de junio de 1925, la mítica OAX inauguró oficialmente la radiodifusión peruana. Fue el inicio de un hábito nacional: escuchar voces ajenas en la intimidad del hogar. En 1937, OAX se transformó en Radio Nacional del Perú, y luego vinieron los nombres que hoy sobreviven a punta de jingles y noticieros: Panamericana, RPP, Miraflores.

Arequipa y su constelación de frecuencias

Mientras Lima encendía micrófonos, Arequipa se abrió paso con sus primeras frecuencias en 1926 gracias a Anciaux y Gallardi. Poco después se sumarían Radio Sur —que se convertiría en Radio Landa— y la histórica Radio Arequipa. Vinieron luego Continental, Universidad, Yaraví, Hispana, Nevada y tantas otras que se fundaron entre cafés, cables y pasiones. Cada una fue trinchera de voces y patio de formación de generaciones de locutores.

Un medio que integra, educa y da voz

Para quienes vivieron de cerca esos años, la radio fue algo más que un aparato encendido en la sala. Marcio Soto Rivera que trabajó desde Ilo hasta Lima, lo dice: “Hay dos aspectos: técnico y humano. Si uno falla, no hay radio que aguante.” Sabe que la clave siempre fue la mezcla justa.

Juan Carlos Begazo, locutor que fue parte de radio Concordia, Capital, Radio Mar, Radio Arequipa, San Martín, Landa, Y que trabaja en la revista Convicción, recuerda cómo este medio permitió llenar vacíos, mover la economía de barrios enteros y ponerles altavoz a voces ignoradas.

Por su parte, Américo Fernández que pasó por Concordia, San Martín y RPP, lo confirma: “La radio educó a millones, sin fronteras ni razas.”.

Para Andrés Javier, fundador de Yaraví, considera que la radio cumplió un papel que la televisión nunca pudo: acompañar y denunciar en los años más crudos del país, cuando nadie más quería hacerse cargo.

Adaptarse o morir

David Rivera, técnico incansable y creador de Radio Hispana, sabe de primera mano que la radio no sobrevive si se queda quieta. Él mismo levantó cabinas con cable reciclado y micrófonos prestados, y ahora ve cómo la radio migra a WhatsApp, Facebook Live, YouTube y donde haya oídos.

Para Mappy Arce, que empezó a locutar a los trece años, la voz sigue siendo la tecnología más poderosa, “si algo aprendió la radio es que resistirse al cambio es suicida”, nos dice.

Soto Rivera insiste en que la receta nunca cambia: “un buen equipo técnico y un buen locutor bastan para hacer magia sonora”.

El reto de hablarle a otra generación

Para voces como la de Bertha Mora, que pasó por emisoras de todos los tamaños, la supervivencia depende de abrirle espacio a los jóvenes: saber qué quieren oír y qué plataformas habitan. No duda en que la credibilidad es la única brújula: perderla es apagarse.

Asimismo, Mappy Arce, repite que la radio debe estar donde está la juventud —en redes, en streaming, en podcasts— y que la voz, mientras suene auténtica, siempre encontrará un receptor.

El eco que no se apaga

Hoy, mientras junio se fue y se celebra un siglo de historia, la radio peruana no se resiste al cambio. Se cuela por parlantes viejos, auriculares, autos y teléfonos conectados a Facebook Live.

Sobrevive en cabinas improvisadas y podcasts grabados de madrugada. Su esencia es la misma, acompaña cuando falta compañía. Mientras quede un oyente buscando una voz que lo despierte, la radio seguirá encendida. Sonido inmortal.

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