Por: Wilfredo Mendoza Rosado – Periodista.
Hace algunos días, y contra tirios y troyanos, cumplió 89 años de vida, el Nobel e “inmortal” Mario Vargas Llosa, quien a despecho de sus opiniones políticas o de índole personal, ha escrito varias obras maestras. Lo perdurarán, no cabe la menor duda. Hoy que ha partido a la eternidad (no sé si existe, pero él la tendrá)
La casa verde. La ciudad y los perros. Conversación en la catedral. La guerra del fin del mundo. Son en mi opinión, muestras visibles de su genio literario. Un verdadero y auténtico trabajador de la palabra. Mario, no tuvo el don, como Gabriel García Márquez. Vargas Llosa, se hizo escritor a punta de pura técnica, racionalidad y mucha vocación, y vaya que lo fue y será, por mucho tiempo.
Todavía recuerdo, cuando quería comprar afanoso, Conversación en la catedral, en una vieja librería de la plazoleta San Camilo. Todos los días. Era puntual. Lo cierto es que el precio, estaba lejos de mis escuálidos bolsillos universitarios. Hasta que logré juntar de sol en sol. La compré. La sigo conservando. La sigo leyendo.
Todo lo que me habían hablado de esa novela, era cierto. Desde la primera línea, no pude, ni quise dejarla. La acabé en un santiamén. Ese gozo, lo sigo sintiendo y viviendo. El placer del texto, diría Roland Barthes. He sido un fiel lector de MVLl. He leído casi todo, y lo utilizo en mis clases universitarias. Y cuando simulo que escribo. Para felicidad de unos y cuestionamiento de otros, por ser un “escritor de derechas”, como me dijo un imberbe alumno. En fin.
No voy a entrar en disquisiciones, sobre la parte pública o política de nuestro Nobel. Sería como juzgar a un amigo, cuando se porta mal, deja de ser mi amigo y viceversa. No, no y no. Todos hemos cometido errores y muy graves. Solo en nuestro país, se sigue cuestionando, su real valía. Y, encima, no han leído nada de Mario. Nada más absurdo.
Umberto Jara, en una hermosa crónica reflexionaba, sobre el Nobel. Subrayaba, que solo en nuestro país, somos mezquinos, y vaya que lo somos. Es la verdad. Trabajaba en diario Correo, y gané un premio de Adex, dinero y pasajes a Lima. Mi amigo Mario Pautrat, me felicitó. Pasó, mi jefe, me felicitó con esta frase al oído: ”si yo hubiera participado, te ganaba”. Lo dejo ahí.
Larga y fructífera vida al Nobel e “inmortal”, quien hace poco fue incorporado a la Academia de Francia, siendo el único que no ha escrito nada en francés. Ese es su real valor. Sus detractores, primero lean sus escritos. Y, los devotos , como el suscrito, sigamos gozando de sus obras maestras, y hasta de las menores, que nos transportan a otros mundos. Ni mejores. Ni peores. Solo distintas, como es la vida, una novela de aventuras. Es lo único cierto, en medio de tanta incertidumbre.
“Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida” Cuanto de razón tuvo, el Nobel, y hoy muerto, leo en las redes sociales, cada cosa sobre su vida particular, y poco o nada, sobre su real valía como escritor y periodista. Lo esencial sería quienes no lo han leído, lo hagan y luego critiquen y quienes, como el suscrito , volvamos a sus páginas, para releerlo con fervor y aprender como él lo hizo de sus maestros, Sartre, William Faulkner, Gustave Flaubert, José Ortega y Gasset, Albert Camus, Adam Smith, Friedrich von Hayek y Karl Popper.
En fin, la historia lo juzgará, nadie más. Mejor sigamos disfrutando de La guerra del fin del mundo, La casa Verde y otros tantos títulos que escribió con pasión, con disciplina, y entender que solo el trabajo nos lleva al cielo o al infierno de nuestra vida.
“Cuando la realidad se vuelve irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y soñadores”. Al final del final, me quedo con esta cita de la periodista y escritora argentina, Leila Guerriero. “A lo mejor fue tan grande porque se pasó la vida escribiendo como si recién empezara a escribir: con el mismo entusiasmo, el mismo temblor, el mismo deseo”. Eso nos falta, el mismo entusiasmo, el mismo temblor, el mismo deseo; para hacer con las palabras un hilo invisible que nos permita vivir. En medio del caos. Hasta siempre Mario.