Augusto Valdivia y el día que le tocó cubrir el “fin del mundo”: 23 de junio del 2001 en Camaná
23 Jun, 2025
Por: Katherin Huamán
Han pasado 24 años de la tarde de esa tragedia natural del 23 de junio del 2001. “Todo fue polvo, gritos, miedo” recuerda Augusto Valdivia Cornejo, el periodista que dio cobertura al fin del mundo. Nunca antes había dado testimonio de lo que ocurrió. Hoy rompe el silencio y habla como si necesitara soltar algo que cargó mucho tiempo.
Valdivia recuerda cada detalle como quien repasa una herida abierta.
“Primero se escuchó un zumbido raro, como si algo se quebrara por dentro, y luego vino el terremoto. Las casas del cercado se desplomaron. La gente corría despavorida”. Como tantos otros, sintió la urgencia de correr, de buscar un lugar seguro. Pero eligió quedarse y cubrir.
El oficio entre ruinas
“Nos fuimos directo al hospital. Era la única fuente informativa en ese momento”, recuerda. Lo dice tratando de no dramatizar la información. Pero el panorama era brutal. “Iban llegando heridos, niños, ancianos, personas con mutilaciones. Nadie se abastecía. Médicos y enfermeros no daban abasto. Había que ayudar, y al mismo tiempo informar”.
Augusto y su compañero, el fotógrafo Agustín Bustinza, decidieron internarse en el caos. No como rescatistas, aunque también ayudaron a cargar cuerpos, sino como periodistas. Con una cámara aficionada, tomaban imágenes disimuladamente. “No era fácil que nos dejen entrar. Pero lo hicimos”.
Camaná, 25 de junio de 2001, Tsunami arrasó con las costas de Camaná.(FOTO: Augusto Valdivia Cornejo)
Entonces, mientras las réplicas seguían sacudiendo la ciudad, llegó la alerta: el mar se había salido. Lo que muchos desconocían era que ese estruendo no había sido todo. El verdadero horror venía detrás.
Huida y resistencia
Valdivia se encontraba cerca del mercado central cuando vio una ciudad que huía despavorida. “Los comerciantes dejaron sus puestos. Todos corrían. Se subían a cualquier vehículo, como si fuera una guerra”. Los gritos eran más fuertes que las sirenas. Los cerros de Alto Huarangal, El Carmen y San León se llenaron de gente que no sabía lo que buscaba, salvo alejarse del mar.
Pero Valdivia fue en la dirección del desastre. “Fuimos al balneario de La Punta. A pie. Nadie nos quería llevar. Ningún taxi, por más que les ofrecí el doble, el triple. No importaba. Así que caminamos”. En ese recorrido, la destrucción se volvía más densa, más real. La Panamericana estaba anegada. Casas arrasadas. Padres clamando por sus hijos. “Uno lloraba por sus hijos, otro porque no podía entrar a rescatar a su familia. Nadie lloraba de sus casas o sus carros”. Claro, es el peso de “qué pérdida duele más”.
Imágenes que duelen
Sobre los escombros, tres hombres navegaban por calles que antes fueron veredas. “Encontraron a un anciano de 80 años en el techo. Decía que ahí estaba seguro. En otra zona, la familia Sestero luchaba contra la fuerza del mar. Eran ocho. Los sacaron uno por uno”. Valdivia no olvida ese momento: “El mar succionaba. Era como si no quisiera soltar a nadie”.
Camaná, 25 de junio de 2001, tras el sismo y el tsunami cubrió todo a su paso(FOTO: Augusto Valdivia Cornejo)
Y entonces, las escenas que no deberían existir. “Cuatro hermanitos, abrazados. Murieron así. Por instinto, con miedo, supongo. Estaban cubiertos de arena, de maleza, de los restos de sus casas”. Él lo dice con pausa. Como si aún no pudiera asimilarlo del todo.
Tomaron fotografías. “Impresionantes, me dijeron luego. Subimos a un edificio, creo que era de tres o cuatro pisos, en la Punta. Desde ahí tomamos panorámicas. Lo que vimos desde arriba parecía una ciudad bombardeada”.
El precio de informar
Esa noche no durmió. Regresó al cercado con los rollos en la mochila. Preparó el material y lo envió a Lima. Al día siguiente, sus imágenes estaban en los principales medios del país. “Otros periodistas llegaron días después. De Chile, de Lima. Me pidieron las fotos. Yo se las di. No me interesaba vender. Solo que se sepa lo que pasó”.
El profesionalismo no lo es todo. También hubo noches de insomnio. “Me costó dormir. Veía todo otra vez cuando cerraba los ojos. Era muy difícil. Muchos muertos. Muchos niños”.
Aun así, no dejó el oficio. “¿Por qué sigues?”, le pregunté. Y él respondió: “Porque me nace. Porque me gusta el periodismo. Porque, aunque estés enfermo, aunque estés almorzando, si suena la sirena, tienes que ir. La información es lo primero”.
Una memoria que no se borra
Camaná se reconstruyó, como siempre lo hacen los pueblos luego del caos. Pero las heridas quedaron. En las familias. En los árboles que ya no están. En las calles que cambiaron de nombre. Y en los ojos de Augusto Valdivia, que ha visto lo que muchos prefieren olvidar.
Camaná, 25 de junio de 2001, luego del desastre(FOTO: Augusto Valdivia Cornejo)
“Hay cosas que no se enseñan en la universidad. Cubrir un desastre no es solo tomar fotos. Es mirar el dolor y no dejar de mirar”.
El relato no termina. Porque cada aniversario, cada 23 de junio, vuelve la misma pregunta: ¿cómo se cubre el fin del mundo desde dentro?
Ese día, a las 3:33 de la tarde, un sismo de magnitud 6.9, según el Instituto Geofísico del Perú (IGP), sacudió el sur del Perú. Dejó 83 muertos, más de 2,800 heridos, 66 desaparecidos, 22,052 casas destruidas y otras 35,576 dañadas. Minutos después, un tsunami con olas de hasta siete metros golpeó la costa de Camaná, arrasó balnearios como La Punta y La Pascana, y se internó más de un kilómetro tierra adentro. Las comunicaciones colapsaron, y los medios nacionales no lograban llegar. La cobertura llegaría días después.
Augusto Valdivia sí estuvo ahí. Y lo contó. Porque un periodista, a veces, también rescata. No solo cuerpos, sino verdades.
PERFIL:
Augusto Valdivia Cornejo es un periodista camanejo con más de 45 años de trayectoria en el ámbito de la comunicación local y regional. Inició su carrera en la adolescencia, colaborando en programas informativos de Radio Camaná, y desde entonces ha desarrollado una labor ininterrumpida en diversas emisoras como Radio Fénix, Radio Premier, Radio Austral y otras. A lo largo de su carrera ha cubierto hechos de gran relevancia social, entre ellos el terremoto y tsunami que azotaron la provincia de Camaná en 2001, episodio que documentó con rigor y sensibilidad, siendo uno de los primeros en reportar desde las zonas más afectadas. Su testimonio gráfico e informativo fue publicado en diversos medios nacionales. Además de su labor informativa, ha impulsado campañas de ayuda humanitaria y promovido el reencuentro de familias. Ha sido reconocido por la Federación de Periodistas del Perú como el periodista más antiguo de la provincia de Camaná, destacando por su ética, independencia y entrega al oficio. Actualmente continúa activo en la radio local, aunque ya planea dejar los “chimpunes del oficio colgados”, sigue demostrando que el periodismo, incluso en contextos adversos y con limitados recursos, puede ejercerse con vocación, integridad y profundo sentido de responsabilidad pública.